Daniel

Daniel Orejuela Flores

A ver, hablemos de mi ¿Qué tanto miedo a la arrogancia o la humildad? Primero pongamos lo que no soy, que es más fácil (aunque después de leer algunos perfiles me doy cuenta que muchos no lo tienen tan claro) No soy productor musical, esa sólo es mi profesión, mi oficio, mi papel en la sociedad, lo que hago. Amo lo que hago, pero no es lo que soy. No soy ingeniero de sonido. Alguna vez soñaba con “ser” ingeniero de sonido, pero nunca lo conseguí. Me dieron ese título en la universidad, pero no es lo que soy. Me doy cuenta de esto cada vez que intentan conversar conmigo sobre micrófonos, software o equipo de audio. Simplemente me aburro. No soy lo que tengo, mis posesiones materiales, lo que llevo puesto. Si fuese eso sería muy triste, pues mi valor sería de un par de dólares. No soy el país en que nací ni la cultura en la que crecí. Si hablo contigo en español es porque me siento cómodo hablando el idioma que aprendí de mi madre. Si hablo contigo en otro idioma no tiene sentido que lo escriba aquí porque no estarás leyendo. No soy el cuerpo en el que habito, por lo tanto no soy ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco. No soy la mente que escribe en este instante, ni las palabras que lees, de ser así en este momento sería sólo tus pensamientos. Quizás nos aclaremos más si te cuento lo que me gusta y me disgusta: Me gustan las personas transparentes, honestas. Las cosas naturales, la belleza sin esfuerzo. Soy muy susceptible al encanto de las damas. Me encantan las mujeres bonitas, sin embargo prefiero a la mujer clara y valiente sobre la bonita. ¡Bailar! Eso me gusta bailar y ver bailar. Bailar para mi es expresar con cada milímetro de tu cuerpo el deseo de rendirte ante el poder de la música. Bailar con alguien que te gusta y hacerla cómplice de este sentimiento es comenzar a amar. Me gusta la cerveza, ver fútbol en silencio y decir malas palabras. Las digo cuando puedo y se me chispotean a veces cuando no debo. Gasto dinero con facilidad, si me quedo sin rial no se me acaba el mundo, si me gustas te lo digo, si me caes mal te das cuenta. Si me quieres me quedo, si no me quieres o finges desinterés me voy, pero trato de no caer en el juego de los culifruncidos. La traición y deslealtad me dan asco, lo peor es que después del asco viene siempre una profunda pena. No me gusta la pena. Me siento muy incómodo cuando alguien trata de impresionarme con sus posesiones, su inteligencia o su belleza física. La superficialidad me aburre. Sin embargo puedo pasar horas y horas muy divertidas conversando sobre la nada. Siempre me cautivó la creatividad que tienen algunas personas para conversar sobre cosas sin aparente importancia. Me fascina escuchar a alguien que cuenta anécdotas con el único ánimo de entretener, de compartir, de hacerte reír. Escucho música de casi todos los estilos y épocas. Le presto mucha atención a las letras. Para mi la poesía de una canción es tan importante como la música misma. Tengo la mala costumbre, quizás por mi profesión, de escuchar música con mucha atención. Esto a veces hace que no disfrute el escuchar música, me doy cuenta que también me crea perjuicios sobre las personas que escuchan o hacen música que considero fea o mal hecha. Trato de evitarlo, pero sucede. Bueno, también tengo la mala costumbre de decir lo que pienso, a veces no me fijo en las consecuencias y me veo metido en situaciones incómodas por esto. Tampoco es que sea “bocotas”. Muchas veces me descubren observando en silencio, callaito la boca para no ofender a nadie. Cuando hablo mucho es porque estoy cómodo y algo o alguien me gusta. Cuando no hablo es porque estoy aburrido, haciéndome el gil o simplemente escuchando con atención. A veces, sólo a veces, cuando dejo de pensar creo saber quién soy. Yo soy tú y tú eres todo lo demás, sólo que por estar pensando que somos lo que pensamos, o lo que pensamos que otros piensan de nosotros todavía no nos hemos dado cuenta.